lunes, 27 de enero de 2014

LO QUE SÉ DE LOS HOMBRECILLOS

AUTOR: Juan José Millás.(2010)
TÍTULO ORIGINAL: Lo que sé de los hombrecillos.
PAÍS: España.
EDITORIAL: Seix Barral (2010)
RESEÑA: La rutina diaria de un profesor universitario se ve perturbada por la irrupción de perfectas réplicas humanas en miniatura que se mueven con soltura por el mundo de los hombres. Un día, uno de estos hombrecillos, creado a su imagen y semejanza, establece una conexión especial con él y convierte en realidad sus deseos más inconfesables mientras pone a prueba su paciencia.
 
BIOGRAFÍA:Nació en Valencia en 1946. Es autor de las novelas Cerbero son las sombras (Premio Sésamo, 1975), Visión del ahogado (1977), El jardín vacío (1981), Papel mojado (1983), Letra muerta (1983), El desorden de tu nombre (1986), La soledad era esto (Premio Nadal, 1990), Volver a casa (1990), Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995), El orden alfabético (1998), No mires debajo de la cama (1999), Dos mujeres en Praga (Premio Primavera de Novela, 2002), Laura y Julio (Seix Barral, 2006), El mundo (2007), por la que recibió el Premio Planeta, el Qué Leer de los Lectores y el Premio Nacional de Narrativa, y Lo que sé de los hombrecillos (Seix Barral, 2010). También ha publicado varios libros de relatos y el volumen Articuentos completos (Seix Barral, 2011). Su obra de corte periodístico está recogida en Algo que te concierne (1995), Cuerpo y prótesis (2001), Hay algo que no es como me dicen (2004), entre otros. Su labor periodística ha sido reconocida, entre otros premios, con el Premio Mariano de Cavia en 1999, el Miguel Delibes de Periodismo en 2002, el Francisco Cerecedo en 2005, el Don Quijote en 2009 y el Premio de Periodismo Cultural Manuel Vázquez Montalbán en 2011. Su obra narrativa se ha traducido a 23 idiomas.
 
OPINIÓN: Entretenido. Imaginativo. A pesar de ser una fantasía, te mantiene el interés hasta el final.
 
COMIENZO: Estaba escribiendo un artículo sobre las últimas fusiones empresriales, cuando noté un temblor en el bolsillo derecho de labata, de donde saqué, mezclados con varios mendrugos de pan, cuatro o cinco hombrecillos que arrojé sobre la mesa, por cuya superficie corrieron en busca de huecos en los que refugiarse.
 
 

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